martes, 26 de julio de 2011

Luchar por luchar.

Los oídos de todos los presentes estaban a punto de estallar. Y, sin embargo, a ninguno le importaba. El volumen de la música sobrepasaba los límites establecidos por el tímpano humano, pero las chillonas guitarras que escapaban por los enormes altavoces ahogaban las protestas de cualquier tipo de vecino. El ambiente estaba cargado de humo, alcohol y vicio.

A duras penas, Javier se levantó del sofá en el que llevaba media hora terminando su tercera cerveza, y Miguel le sonrió tras dedicarle unas palabras. El alcohol, y el aplastante volumen de la fiesta impidió la comunicación entre ambos, así que Miguel se vio obligado a chillar.

-...mis amigas!
-¿Qué dices? -exclamó Javier.
-¡Que menos mal que han venido más de mis amigas! ¡Tus amigos van a ponerse las botas! -dijo sonriendo, y señalando a un Juanma ebrio, que bailoteaba alrededor de dos chicas, ebrias también.

Javier se rió, tal vez por el efecto del alcohol, o por la graciosa escena de ver los rizos de su amigo bailando al son de Radiohead.

-¡Alicia trae dos amigas más! Me dijo que tardaría quince minutos, pero ya han pasado veinte, me da miedo que...

Javier calló sobre la mullida alfombra del salón, acabando con la conversación entre ambos chicos, y riéndose se incorporó como pudo, y fue directo a la nevera, en busca de su cuarta cerveza. Por el camino chocó con un apabullado Pablo.

-... hijos de puta, alejaos de la mesa de cristal, coño!

Con una sonrisa estúpida en la cara, Javier abrió la nevera de la cocina, y buscó entre filetes congelados y coca-colas, su botella de cerveza.

-No deberías beber más. Ya vas bastante borracho, ¿no crees? -exclamó Fran, que bailaba con una de las finalmente cinco amigas de Miguel. Nunca supo como entraron siete personas en un solo coche.
-¡Que te den, tengo sed!

Abrió la botella, y se la llevó a los labios. Cerró los ojos, mientras que la amarga espuma del principio bajaba por su garganta, satisfaciendo su sed, y haciendo que el chico se marease y tuviese que agarrarse a una silla para evitar una torpe caída.

A través de la ventana de la cocina, Javier vislumbró un naranja chillón que contrastaba con la oscuridad de la noche. A duras penas, escuchó el timbre del adosado de Pablo. Se acercó a la puerta, y la abrió con la botella de cerveza en la mano izquierda.

-¡Javi! -una muchacha de pelo anaranjado se lanzó al cuello de Javier, propinándole un fuerte abrazo. Alicia rió al comprobar la falta de equilibrio de su amigo -Veo que no nos habéis esperado para beber. Me encontré con Borja de camino, y le invité, espero que a Pablo no le importe.

Borja, con su curioso peinado aparentemente engominado hacia el cielo, sonrío a Javier mientras tiraba un cigarro a medio terminar al suelo. Se acercó al oído del chico.

-Joder como están las amigas de Alicia. Joder y joder -le susurró a Javier, provocando en este una risa floja. Alicia miraba por encima del hombro de Javier, buscando a Miguel.
-Bueno, es hora de las presentaciones. Él es Javi, y éstas son Marta y Lucía -señaló a sus dos amigas. Una rubia, y otra cercana al marrón -¿Dónde coño está mi novio?

La chica empujó a Javier cuando entró corriendo en el salón, buscando a su novio. Borja gritó un saludo, que fue contestado por las risas y los abrazos de los chicos. Las dos chicas entraron rápidamente. La que no llegaba a rubia paró un momento, y miró a Javier.

-Huele a alcohol, pero nada bueno. ¿Qué es?
-No lo sé. Han comprado mucho vodka, y whisky, creo -respondió Javier, incorporándose rápidamente, temiendo parecer ridículo. Ella clavó sus ojos azules en la botella del chico.
-Y cerveza, por lo que veo. No soy amante de los cubatas, prefiero la cerveza, en realidad.
-Bueno, esta es la mía. Pero puedo compartirla con una amante de Heineken.
-Entonces perfecto -dijo la chica sonriendo. Con dos grandes zancadas se situó al lado de su amiga, que miraba entre curiosa y tímida el salón.

Javier sonrió, y con una patada cerró la puerta.

-Creo que va a ser mejor que Fran no coja el coche esta noche. Ha bebido demasiado -hablaba Marcos con Pablo. Fran bailaba con los ojos cerrados, y con movimientos energéticos que parecían ser capaces de dislocarle cualquier extremidad. Dos amigas de Miguel, una rubia y otra morena se maravillaban con el grosor de sus brazos, y la estrechez de su cadera -Deberíamos hacerle una foto y enseñársela a Lorena.
-Ella es peor en las fiestas. Déjale disfrutar un poco -rió Javi, mientras que contemplaba como Borja rápidamente se añadía al frenético baile de Fran y las dos chicas -Que Miguel y las demás se vuelvan andando. Aunque creo que tendrás que aguantarles hasta mañana por la mañana.
-Oh, genial. Niñera de borrachos. Otra vez -Pablo y Marcos no solían beber en ninguna de las fiestas.

Javier se sentó en el sofá, ocupado por la chica de los ojos azules y una de las amigas de Miguel. ¿Cómo se llamaba? Lucía, sí.

-Eh, chico de la cerveza. ¿Me das un trago, y así animamos la fiesta? -dijo la de los ojos bonitos cuando se percató de la presencia de Javier.
-No me la llenes de babas -sonrío el chico, cediéndosela. De un trago, acabó con la mitad de la botella -Oh, joder. ¡Te has tragado media litrona!
-Te dije que me gustaba -dijo tras eructar con una gran sonrisa. Su amiga la miró con cara de circunstancias, pero Javier sonrío ampliamente, y se levantó dispuesto a traer otra.
-Voy a traer provisiones, o acabaremos con una sed endemoniada.
-Te acompaño -dijo Lucía levantándose rápidamente, dejando sola a su amiga. Inmediatamente, Borja se sentó en el hueco que la chica de los ojos azules había dejado, y con una sonrisa entabló conversación con la amiga de Miguel.

-Eh, tíos, la cocina no es un picadero -gritaba Pablo mientras corría, seguido por Marcos, a separar a Alicia y a Miguel -Iros a un hotel.
-Oh, ¿ni un poquito? -inquirió Miguel sonriendo, con el pelo desordenado y la bragueta a medio bajar.
-¡Fuera!

Alicia rápidamente tiró de Miguel.

-La habitación de su hermana está libre. Ahí no nos va a encontrar -le susurró en el oído a Javier, al pasar por su lado -Que tetas tiene la de rojo, por cierto. Trátamela bien, moreno.

Javier se giró alarmado, esperando que Lucía no la hubiese escuchado, pero ocultaba esa información tras una sonrisa. Una sonrisa de dientes blancos y alineados.

-¿Dónde decías que estaba la cerveza?
-Oh, sí, en la cocina.
-Salgamos fuera. Aquí hace un calor de la hostia, y tu amigo no tiene aire acondicionado -sugirió Lucía cuando cerraron la puerta de la nevera, con las últimas dos cervezas en la mano.
-Claro, además, creo que el sofá está ocupado.

Borja había utilizado todas sus dotes de seducción, y mezcladas con el alcohol que rápidamente había ingerido y hecho ingerir a la amiga de Alicia, se encontraba encima de la chica, manoseándola pasionalmente.

Al abrir la puerta, Fran entró en la casa torpemente. Su camisa blanca estaba manchada ahora por una extraña sustancia entre amarilla y verdosa. El chico les miró unos instantes.

-Creo que he vomitado en el césped del vecino. Pero no se lo digáis a Pablo -articuló como pudo -¿Vais a follar? No folléis en el césped del vecino, he vomitado ahí. Creo.

Javier rió y empujó al armario andante dentro del salón. Se sentaron en las escaleras de la entrada, sin cerrar la puerta. Los altavoces escupían el bombo, las guitarras y el bajo de Spin Doctors, animando aún más la fiesta.

Lucía sacó un cigarro de un bolsillo de su ajustado pantalón. Ofreció uno al chico, pero éste negó con la cabeza.

-No fumo. Eso mata.
-También mata beber, y mírate.
-La cerveza es sagrada. Lo dice Internet, no me lo invento.
-¿Eres de esos que buscan las cosas en Internet para asegurarse de que hacen algo bien? No voy a leerme una página llamada "directoalpaladar" -dijo ella mientras apartaba el cigarro de sus labios, y dejaba que la amarga cerveza pasase por su garganta. Javi se fijó en una marca morada del cuello de la chica, que quedaba oculta bajo su largo pelo.
-Bueno, Internet es más útil de lo que parece.
-Ya, claro. Otro friki de Internet. ¿Estudias informática, o qué?
-Que va. En realidad no estudio. Estamos en verano, ya sabes.

Lucía rió con esa observación tan estúpida. El alcohol impedía que Javier acertase al llevarse la botella a los labios, así que acabó dándose un golpe en la nariz con el cuello de ésta, lo que provocó la risa de la chica de los ojos azules.

-¡Qué inútil! Toma, anda -cogió la botella del chico, y se la puso en sus labios. Éste tragó hasta que Lucía apartó la litrona, empapando la ropa del chico.
-Oh, cojonudo. Y yo soy el inútil.

Ella río mucho, y lanzó su botella, ya vacía, al parque del vecino.

-Tu amigo ya ha vomitado ahí. No creo que les importé un poco de más mierda. ¿Me das un sorbo de la tuya?
-Bebes muy rápido.
-Y me sube aún más rápido -observó la chica, llevándose la botella de Javier a la boca.
-Tienes los ojos bonitos.

"Mierda. ¿Qué coño haces?"

-Gracias. Los tuyos no están mal.
-No en serio. Son... electrizantes. Enganchan, no sé.

"¿Qué coño estás haciendo? Cierra el pico, gilipollas."

-¿Enganchan?
-No puedo dejar de mirarlos.

"Tío, tío, tío. Vale ya. Vale. Cállate. Joder, ¿qué pretendes?"

-¿Ah sí? -dijo ella sonriendo.
-Y tienes la sonrisa bonita, también. Me gustan tus...
Un grito ahogó las palabras del muchacho, haciéndole volver a la realidad.

-¡ Tíos! ¿En la jodida habitación de mi hermana? ¡Enfermos! ¡Cabrones! ¡Ponte los calzoncillos, hijo de puta! ¡Largo! ¡LARGO! -Pablo estaba realmente enfadado.
-Creo que han pillado a Alicia en bragas. Es una pena -dijo Lucía, rompiendo el contacto visual con el chico, e incorporándose rápidamente -Deberíamos entrar, o a tu amigo le dará un infarto cuando vea el jardín de el de al lado.

Con un gruñido, Javier se levantó y lanzó su botella ya vacía al césped del vecino de Pablo. Una sensación de mareo invadió al chico, que tuvo que sentarse rápidamente. Su estómago gruñó. Su garganta le exigió un grito. Su boca se estremeció. Toda la cerveza ascendió rápidamente por su esófago, y con una arcada, acabó en el suelo. Tres arcadas más, y la pizza fue a acompañar a la cerveza.

Mareado y maloliente, Javier miró a su alrededor antes de cerrar los ojos y caer sobre el charco que él mismo había causado.

-Oh joder, que puto asco -fue lo último que escuchó.


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