lunes, 25 de julio de 2011

Tiene diez y treinta animales.

-¿Sabes cuantas personas están en este mismo instante follando como descosidos?
-Ya empezamos -el muchacho del pelo corto carraspeó, enfadado- Es probable que muchas. Yo que sé, seguro que tu madre está entre ellas.
-Si, con la zorra de tu novia.
-Eso si que sería interesante. Tal vez me hiciese una paja.

Ambos chicos rieron, ahuyentando a las tres palomas que habían posado sus plumas en los pies de estos. El sol naranja les daba de lleno en los ojos, y les impedía vislumbrar aquello que estuviese a más de diez pasos del banco en el que se hallaban. El sonido de un tren ahogó sus risas.

-Creo que vamos a llegar tarde, Marcos -comentó el otro chico mientras que con un bostezo se levantaba y recogía la guitarra azul y del suelo.
-Es culpa tuya, desde luego -sonrío Marcos.

Con una velocidad sobrehumana, la sonrisa de borró de la cara de Javier. "Es culpa tuya, desde luego." Esas cinco palabras resonaron una y otra vez en su cabeza, mientras que poco a poco, un dolor taponado por cientos de excusas, cervezas y labios, volvía a resurgir hasta excitar sus glándulas lacrimales.

-Oh, mierda, joder, lo siento -Marcos se excusó mientras que rápidamente arrancaba la guitarra azul de unas manos inconscientemente crispadas -Vale, Javi, no pasa nada.
-¿Qué hora es? -alcanzó a susurrar el chico de los pantalones a medio romper.
-Las nueve y media -respondió, sin entender a su amigo.
-¿Y a qué día estamos?
-No lo sé. ¿Jueves, tal vez?
-Catorce días y dos horas. Jodidamente perfecto -con un brusco movimiento, sacó de su bolsillo un reloj demasiado pequeño para llevar en la muñeca, y con sin una pizca de alegría en su sonrisa, lo contempló unos instantes.

El reloj marcaba las siete y media desde hacía ya dos semanas.

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